Un paseo por la ciudad colonial de Santo Domingo

Santo Domingo de Guzmán, capital de República Dominicana, es la última escala de nuestro crucero por el Caribe.

Ciudad colonial de Santo Domingo, capital de República Dominicana

Ciudad colonial de Santo Domingo, capital de República Dominicana

Llegamos al Puerto Ozama a las 10h, pero hasta aproximadamente las 11h no se puede bajar del barco, ya que tienen que descargar todo el equipaje, hacer todo el papeleo y parece ser que hay una inspección sanitaria por parte de las autoridades portuarias. Aquellos que regresan hoy a España tienen todo el día disponible en Santo Domingo, ya que el avión no sale hasta las 19.30h; pueden dejar su equipaje de mano en una sala habilitada y salir a visitar la ciudad, o utilizar todas las instalaciones comunes del barco (incluido el restaurante y los bares) hasta las 14.45h (a esa hora comenzará el traslado al aeropuerto, la facturación, etc). Sin embargo, el camarote hay que dejarlo a las 10 de la mañana, ya que tienen que limpiarlo, pues a las 17.30h llega un nuevo pasaje desde España y el comienzo de un nuevo crucero.


Nosotras tenemos una extensión de una semana más en Punta Cana. ¡Qué bien porque se nos había hecho cortísimo el viaje y necesitamos relaxxxx tras tanta excursión!. La verdad es que el crucero ha sido muy ajetreado y no hemos parado ni un momento, ya que hemos procurado ver todo lo posible durante el día y disfrutar del barco por la noche.

Santo Domingo y su zona colonial está declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Páginas de Información de Santo Domingo: Gobierno de la Ciudad, Ciudad Colonial, Monumentos de la zona colonial,  Inversiones y Hoteles, Secretaría de Estado de Cultura

La verdad es que estamos bastante cabreadas ya que si había una visita que teníamos verdadero interés en realizar es la ciudad colonial de Santo Domingo, y ahora resulta que no podemos hacerla. Tanto desde España (antes de partir) como a la llegada al barco hemos preguntado por activa y por pasiva si tendríamos tiempo para poder ver la ciudad, ya que al tener la extensión no sabemos cuándo nos van a trasladar a Punta Cana. Primeramente nos dijeron que teníamos que apuntarnos a la excursión organizada por Pullmantur, ya que así tendríamos asegurado el poder realizarla; aunque pensábamos verla por nuestra cuenta, nos apuntamos, pero anoche nos dejaron un aviso anulándola, ya que según dicen, el transfer nos va a recoger a las 12 de la mañana y no nos da tiempo. Más bien creemos que la han anulado porque sólo éramos 8 personas (de las que tenemos extensión) las apuntadas a realizarla, y por tan pocos no les merece la pena acoplar el horario del transporte.

Nada más conocer la noticia anoche, pensamos rápidamente. La única solución que tenemos es ir a la aventura, ver la ciudad por libre, renunciar al transfer, y buscarnos la vida para llegar a nuestro hotel de Punta Cana (y a ver lo que nos cuesta la broma, porque hay casi 4 horas de viaje). El problema son las maletas, que en teoría, a las 11 de la mañana las bajan al puerto y no estamos dispuestas a «abandonarlas» allí hasta que volvamos de la visita turística. En la oficina de excursiones del barco nos sugieren que le demos una «propina» al encargado de equipajes del puerto para que nos las vigile, cosa que no nos convence nada, así que intentamos que nos las guarden en el propio barco. Inicialmente nos dicen que todo el equipaje han de bajarlo a puerto a las 10 de la mañana y que no es posible, pero insistimos (esta vez en recepción) y al final conseguimos colarlo en la sala habilitada para el equipaje de mano. (Depende de con quién hables, te dirán una cosa u otra). Por tanto, anoche NO habíamos dejado las maletas a la puerta del camarote, pues no queríamos que las bajaran a puerto.

Bien, ya estamos libres y podemos bajar del barco. El siguiente incidente del día tiene lugar en el puerto: nuestro primer timo. Desembarcamos de las primeras (a las 11h), atravesamos la pasarela y nos dirigimos a los mostradores de salida del puerto, donde teníamos que entregar el cuestionario para inmigración cumplimentado y nos sellarían el pasaporte (es el único puerto del crucero donde hay que realizar este trámite). Nos preguntaron si ya nos íbamos del país o si nos quedábamos más tiempo, y explicamos toda la historia de que primero salíamos a ver la ciudad y luego regresaríamos a por las maletas y nos quedaríamos una semana más. En teoría, si vas a estar menos de 24h no tienes que realizar ningún trámite, ni sellar pasaporte ni pagar nada, pero como íbamos a estar más, nos dijeron que teníamos que retroceder por el pasillo y pagar la visa turística (10 USD). Fue de chiste, fuimos al comienzo del pasillo, compramos el visado, y tres pasos más adelante nos lo pidieron y lo metieron en una especie de hucha; el caso es que al dirigirnos de nuevo al mostrador donde estaba la chica que nos había sellado el pasaporte anticipadamente únicamente le dijimos que ya habíamos pagado y salimos. O sea, un timo porque vamos, en otros sitios, ese visado te lo sellan al entrar al país y debes conservarlo para presentarlo de nuevo cuando te vas, que es cuando se lo quedan. Luego nos enteramos de que nadie lo había pagado, y para más inri, nos dijeron que la tasa ya estaba incluida en el precio del crucero. Así que ya sabéis, si os preguntan decid que ya lo habéis pagado, porque no os van a pedir el dichoso papelito.

En la puerta de entrada del puerto había un montón de taxis (microbuses) y de guías acreditados que ofrecían sus servicios para enseñarte la ciudad (éstos van vestidos con pantalones cortos de color caqui y una camisa azul, y llevan una tarjeta acreditativa bien visible; también suelen estar en la Plaza Colón, donde también se encuentra la oficina de turismo). Nos unimos con un pequeño grupo y contratamos un taxi y el guía: el taxi cobraba 2 USD por persona (ida y vuelta), y el guía la voluntad. Negociamos con el mismo taxista y acordamos que tras la visita nos llevara de nuevo al barco a recoger nuestro equipaje, nos esperara mientras bajábamos y nos llevara al hotel de Punta Cana: por todo le pagamos un total de 200 USD (las tarifas están ya prefijadas, pero luego, dependiendo del nº de personas y de dónde esté el hotel te suben o bajan lo que les parece).

La visita a Santo Domingo fue en tiempo récord, pero conseguimos ver lo más importante de la zona colonial: la calle de Las Damas y del Conde, el Panteón de la Patria, la enorme Plaza de España donde se encuentra el Palacio Virreinal de Diego Colón (museo) y la Puerta de San Diego, el Parque Colón (centro de la ciudad donde se encuentra la Catedral Primada de América y la estatua de Cristóbal Colón), la Plazoleta de los Curas, los Palacios Episcopal y Consistorial (hoy museo), la Fortaleza Ozama, las Casas Reales, la Capilla de los Remedios, el Fuerte El Invencible y las murallas, las ruinas del Hospital San Nicolás de Bari, el Santuario de Ntra. Sra. de la Altagracia, la Casa del Cordón, y otras casas y palacios coloniales.

El grupo con el que íbamos querían también hacer algunas compras, así que primeramente el guía nos llevó a la tienda «La Leyenda del Cigarro» (donde podías ver cómo hacen los puros), y luego al típico y emblemático «Mercado Modelo», donde había todo tipo de artesanías y souvenirs.

Hasta nos dio tiempo a tomarnos una Coca-Cola en un bar típico (Colmado Omar), y cambiar euros a dólares, que necesitaríamos para pagar al taxista. El guía nos llevó a esta casa de cambio «de confianza», en una de las calles laterales del Parque Colón (junto al Colmado), y ahí ocurrió el segundo timo del día. El cambio no fue demasiado desfavorable (en España era 1,442 y allí nos cambiaron a 1,3…), pero como los $ son auténticas sábanas y nos dieron un montón de billetes juntos, nos colaron uno de 50$ roto, que para más inri, resultó ser falso y no conseguimos colocar ni a tiros en toda nuestra estancia en el país.

A las 14.15h vino a recogernos el taxista, tal y como habíamos acordado, para llevarnos al barco a recoger nuestras maletas (el plazo límite eran las 14.45h), y a las 15h estábamos rumbo al Hotel Palladium Palace de Punta Cana. La verdad es que resultaba bastante desesperante (me gusta pisar el acelerador), ya que las carreteras, a pesar de lo que había leído, se encontraban en perfecto estado (incluso bastantes km saliendo de Santo Domingo eran autopista) pero la conducción era sumamente leeeeeenta. De hecho, la velocidad máxima permitida en todo el país, y en autovía es 85 Km/h; no os quiero contar cuando era de un solo carril, o pasabas por un pueblo… Como véis, no hubo tiempo ni para comer: habíamos cogido unos bocatas en el buffet del desayuno y nos los comimos en el taxi, de camino a Punta Cana.

Bueno, finalmente llegamos al hotel sobre las 19h, ya de noche. La primera impresión fue de que ¡¡habíamos llegado al paraíso!!!

El Palladium es un complejo gigantesco, en el que hay cuatro hoteles. Las habitaciones se disponen en pequeñas villas rodeadas de preciosos jardines. Incluso hay un trenecito gratuito para ir de un sitio a otro del complejo. Tras hacer el checkin, un maletero nos llevó en un cochecito de esos tipo golf a nuestra villa. La habitación era genial, y sin siquiera deshacer la maleta, nos fuimos a explorar y a cenar en uno de los restaurantes temáticos: el Sumptuori, un japonés con cocina en vivo.

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